Exposición en vivo (EV)

 

La exposición en vivo a los estímulos fóbicos sin conducta de escape es el tratamiento conductual más eficaz para hacer frente a las conductas de evitación en los trastornos fóbicos. La exposición en vivo ha demostrado ser superior frente a la exposición en imaginación, la cual puede resultar de interés cuando la EV es de difícil aplicación o como motivación adicional para aquellos que de inicio no se atreven con la exposición en vivo. Hay que tener en cuenta que las personas fóbicas tienden a ser muy dependientes, por lo que aun cuando en un principio sea importante la influencia del terapeuta, el mantenimiento de resultados a largo plazo va a depender mucho de los programas de autoexposición. Con estos programas, se pretende reducir la dependencia de terceras personas y facilitar el mantenimiento de los resultados conseguidos.

Las sesiones de exposición largas suelen ser más eficaces que las cortas porque facilitan la habituación, aunque la sobreexposición una vez que el miedo ha desaparecido no mejora los resultados. Por otro lado, la exposición brusca y la gradual acaban por ser igualmente eficaces, obteniendo resultados más rápidos con la exposición brusca, aunque un ritmo excesivamente rápido puede llegar a provocar el abandono del tratamiento. Por ello, el gradiente de exposición debe ser tan rápido como la persona pueda tolerar.

Es aconsejable que practicar solo siempre que sea posible, pero en caso necesario puede ayudarle un compañero (familiar o amigo que no presente el mismo problema). Ahora bien, el debe afrontar como mínimo dos veces solo la misma situación. En las prácticas en que el sea acompañado por un compañero este deberá animarle a comportarse con naturalidad (con las menos conductas defensivas posibles), alentarle a centrar su atención en la actividad a la que se está exponiendo, no hablar continuamente sobre cómo se siente, tranquilizarle en caso de que experimente una gran ansiedad (en vez de hablar sobre las sensaciones experimentadas o mostrar signos de preocupación o irritación), recordarle el empleo de estrategias de afrontamiento, reconfortarle mediante contacto físico, permitirle abandonar temporalmente la situación si experimenta una ansiedad excesiva, animarle a seguir adelante y elogiarle por sus progresos.

Antes de comenzar cada exposición, debe pensar en los beneficios que le supondrá poder realizarla. Asimismo, debe fijarse en los avances que va consiguiendo, por pequeños que sean y elogiarse por ellos; lo importante es recompensarse, por ejemplo, por haber conseguido conducir 5 km en la autopista en vez de criticarse por no haber conducido más kilómetros o por haber sentido miedo. Formas de recompensarse son felicitarse a sí mismo por el progreso, contar los logros a personas de confianza y decidir hacerse pequeños regalos o concesiones cuando se consigan ciertos objetivos. Conviene insistir en que, al menos inicialmente, una exposición exitosa es aquella en que se afronta la situación temida a pesar del miedo, ya que las conductas cambian antes que la emociones.

Se debe tener cuidado en no menospreciar o minimizar los logros conseguidos, aunque estos sean lentos o pequeños; hay personas que sólo se fijan en lo que no pueden hacer todavía y no en lo que van consiguiendo. En este sentido, es importante valorar los logros tomando como criterio su estado actual y no lo que hacía antes o lo que hacen las personas que no tienen el problema. Por ejemplo, cuando alguien afirma “Cualquiera podría hacer esto”, se debe reflexionar para objetivar la situación y asumir que “No, si se sintieran tan ansiosos como yo”. Otro ejemplo sería “Debería haberlo hecho mejor.” (“Con el tiempo lo conseguiré; ahora haré lo que pueda.”). Es importante recalcar los logros que va consiguiendo

Hay que asumir que el progreso no será lineal. Aunque irá avanzando, es normal que haya altibajos y contratiempos. Lo que se logró ayer, puede parecer difícil o imposible hoy y se puede perder temporalmente parte de lo que se había ganado. Sin embargo, esto es ine-vitable y no hay que preocuparse por ello. Lo importante es identificar y analizar los factores que han provocado los contratiempos, buscar soluciones y seguir con la exposición. Posibles razones que pueden generar altibajos y contratiempos son elegir una actividad de exposición demasiado difícil, periodos de estrés (laboral, familiar, conyugal), acontecimientos vitales negativos (p.ej., muerte de un ser querido, enfermedad grave, cese de una relación, accidentes), ataques de pánico inesperados, desarreglos hormonales, consumo de drogas, reacciones producidas por fármacos, dejar de exponerse a las situaciones temidas o hacerlo con poca frecuencia, volver a sentir dudas a la hora de entrar en las situaciones temidas, sentirse aliviado cuando se cancelan o posponen las situaciones temidas, etc.

Autorregistro y revisión de las autoexposiciones

Es conveniente completar, al menos para algunas situaciones, un autorregistro en el que consten, por ejemplo: a) fecha y actividad de exposición, b) duración, c) compañía (sí/no), d) ansiedad experimentada (0-100) (y ansiedad al final de la exposición si se sigue la perspectiva de la habituación), e) acciones realizadas para manejar la ansiedad (incluyendo posibles conductas defensivas) y f) satisfacción con la propia actuación (0-100), conclusiones extraídas y, si es el caso, acciones a emprender. Se puede apuntar también lo que más le preocupa que suceda y si ha ocurrido o no.

El autorregistro permite someter a prueba las predicciones acerca de las consecuencias temidas. Así, antes de cada exposición, se  predicen las consecuencias negativas que ocurrirán y su gravedad; tras la exposición, se anotan las consecuencias realmente ocurridas y su gravedad, compara estos resultados con los predichos y extrae una conclusión.